domingo, 15 de enero de 2017

Pensamientos al azar después de ver Dónde viven los bárbaros


Develar es suficiente?

Mm, si, bueno. Me quedo pensando qué pasa cuando se te aparece la vida. Me quedo pensando en los textos que se te aparecen mientras ves una obra y cómo éstos resuenan después de algunas horas en tu cabeza... Mmm, si bueno, cuál o cuáles serán los velos con los que yo veo esta obra, con los que  veo el teatro o con los que me veo a mí misma. Pienso en un ritmo, en una musicalidad, me queda circulando una cierta velocidad. Circula en mí un peligro, una cierta molestia, un aparecer de algo. Agradezco la minuciosidad, la energía, la artesanía en la construcción de los personajes.
Me aparecen dos referentes fundamentales, quizás poco políticos, en términos evidentes, pero biopolíticos en el fondo; Geroge I. Gurdjieff plantea el estado del sueño como un estado permanente en el cual el ser humano vive, un estado de “ensoñación” en el cual la realidad permanece velada a nuestra experiencia. Allí queda reducida toda experiencia a un evento mecánico, a un evento del que casi no formamos parte y en el que no tenemos mucha capacidad de opinar u obrar voluntariamente, ya que somos llevados por el estado de sueño la mayoría del tiempo, si es que no toda la vida. En este sentido veo de manera consecuente en el modo de actuar de los sujetos al interior de la escena. Una manera completamente mecánica, en donde la mayoría de los sucesos los arrastran mecánicamente y tanto los comentarios de los otros como lo que les está ocurriendo los toma por sorpresa. No habiendo en ningún momento un distanciamiento y/o una toma de consciencia de los personajes. Exeptuando quizás el momento del juego de roles. En donde efectivamente se ve que toman una cierta distancia respecto de su situación, de lo que les pasa y de hacia dónde pueden o no avanzar. Sin embargo hasta ese momento, que ocurre casi a tres cuartos de la obra, todo ha sido mecánico, ningún personaje ha tomado consciencia de sí. Todos están subordinados al velo. Incluso del que se dice que no ve el velo, el estado en el que se encuentra radica en lo mismo; la nueva veladura del que cree que no la tiene. En este sentido el estado de ensoñación sostiene una relación de ficción con el real. 
Lo que para Kant sería el fenómeno y el nóumeno, o para Plantón la cueva en donde se proyectan las sobras de la realidad. Sin embargo G.I Gurdjieff va un poco mas allá en términos metafísicos, dando cuenta de una situación humana que no es producto del sistema neoliberal o de las formas de sociedad en las que ha mutado occidente, se refiere a fuerzas, que así como movilizan los planetas en ciertas direcciones, supeditando los unos a los otros, los humanos, en cierta medida sufren de lo mismo. En una relación casi predestinatoria, el sujeto se ve obligado a ser movido por otros, otros que tampoco saben hacia donde se mueven, pero que son afectados por estas fuerzas, en otras palabras el estado de enajenación del que habla Marx. 
Los personajes de una obra griega tienen siempre un destino trágico. Los personajes de Dónde viven los bárbaros están al parecer también movidos por un punto dramático; La muerte del perro, el autoexilio de Grecia, el depsido del trabajo, una condicionante cognitiva, etc. Este carácter trágico al que estos sujetos están sometidos se adopta como un destino, como un recorrido en el cual no hay opción, los personajes son absolutamente absorbidos por sus pequeños dramas y su imposibilidad de salir de ellos.  Están sometidos a un destino que pese a lo evidente para la audiencia, a ellos los condiciona y los somete. Es posible resistirse a estas fuerzas? La obra deja circulando esta primera interrogante. Es posible acaso suspender las fuerzas de la democracia, de la organización en la cual una está imbuida? Qué es en realidad tratar de resistirse a este destino trágico? Podemos acaso no convertirnos tarde o temprano en protagonistas de una serie de acontecimientos sobre los cuales no tenemos ninguna capacidad de opinión ni voluntad para variarlos dado que no los vemos?
He ahí un primer alcance en relación a la necesidad de cuestionar esa veladura, ese estado que en definitiva sostiene las cosas. Por lo tanto cabe preguntarse qué es lo que lo hace permanecer así y cuáles son las fuerzas que así lo permiten. Por otro lado pienso mmm, avanza un poco la distancia que tengo con la obra, se van borrando las imágenes pero me quedan sensaciones… Qué hay en los monstruos, los incorregibles, los anormales. Pienso en las categorías de los sujetos planteadas por Foucault. Los anormales, quiénes son? Son de nuevo las sobras platónicas? De quiénes y dónde están esas sombras? Las sostienen los noticieros? Los diarios? La misma necesidad de querer sentirse por sobre alguien? Es quizás la arrogancia la que sostiene una sombra del otro, sólo para no tener que mirarlo? Para sentirme sobre algo? Sobre alguien?
Entonces la obra juega con roles de desadaptados, con personas que de un modo u otra puestos en cualquier contexto cotidiano podrían aparentar ser normales, pero realmente sólo en apariencia. Si nos fijamos entonces en el diseño de los vestuarios, de cómo se configuran los roles, de los mocasines cafés, la polera polo rosada con celeste y unos jeans que no quedan precisamente bien, hay algo que asalta a la vista, algo que produce extrañeza, algo ominoso. Pienso, mm , cuánta gente caminando por las calles tratando de ser normal, usando tenidas de revista, copiando modelos europeos, dónde están esos referentes, existen? Quiénes son los que nos miran, quiénes nos aprueban, para quién nos vestimos?Es tan evidente el uso de los cánones colonizadores en nuestros atuendos, nuestros cortes de pelo, nuestro lenguaje, incluso aquí en este texto, cuántos referentes teóricos Europeos necesitamos para poder autodefinirnos, para poder evaluarnos críticamente. Cuánto velo incluso en la escritura de éste comentario. Cuánta pensamiento hegemónico se atravieza entre mi posibilidad de ver  y sentir la obra desde un cuerpo del sur colonizado por una mente del norte.
Los personajes de los primos entran de observadores “ingenuos” a participar de la vida de su primo perdido en Nigeria durante años, si bien en un principio el punto de normalidad lo plantean ellos, este estándar se va diluyendo en la medida en que mientras mas tiempo hablan, mas se devela su incompetencia con la normalidad. Esto delata, que tarde o temprano todos nos volvemos anormales, sujetos expuestos a dar cuenta de nuestra extrañeza; frente a nuestras camas, de noche, cuando los trajes se desmantelan,  cuando se caen las máscaras, cuando nos miramos sin maquillaje, cuando aparecen los malos olores, cuando el otro entra en nuestros orificios, cuando la defensa de las causas pérdidas se hace evidente. Entonces cada uno de estos roles da cuenta de una pequeña alteración de la norma, diluyéndose cualquier estándar de normalidad, ya no hay  manera de que el espectador pueda discernir quien lleva la historia. Sólo el espectador guarda cierta normalidad, a estas alturas de la obra el espectador se ríe, se siente bien, el espectador es mas normal que los sujetos que ahí se presentan. Ellos, los personajes, parecen los bárbaros. Nosotros los espectadores, nos reímos de ellos.
Punto extraño de la obra es la confesión en torno a la muerte del perro y la llamada telefónica. Evidenciando en la violencia que cada uno ejerce sobre el otro la verdadera peligrosidad. Tesis que desde ese momento empieza a ser sostenida por todos los personajes. Sin embargo, lo que una confesión como ésta en el teatro griego desataría la anagnórisis del protagonista, en este caso el dueño del perro no cambia de estado. Su angustia, su ansiedad y su violencia ya han sido detonadas, el gérmen salvaje ha sido insertado. Si bien el primo de mocasines es quien ha asesinado al perro, el dueño del perro no hace más que un pequeño ademán en su contra, cambia una mirada con él, camina como león enjaulado dentro del pequeño departamento pobremente adornado, llora en una esquina. El primo no se disculpa. La noche sigue. Esto da cuenta nuevamente de la mecanicidad de los sujetos. La pregunta está en dónde está el punto dramático de estos sujetos? Lo que pasa esta noche no varía las vidas individuales de estos seres humanos? 
De algún modo en la manifestación de ese trauma que el otro alberga, se justifica el comportamiento violento de éste? Si. Algo me cambia, si la Claudia había perdido a sus padres entonces entiendo que también golpee, discrimine, mate, mm si, bueno, algo me cambia si sé que el primo tenía miedo a los neonazis y que por eso mató al perro, y si, bueno algo me cambia si la griega dejó a sus hijos y realmente está un poco demente, entonces entiendo la amenaza por teléfono. No hay ahí algo que de nuevo ubica al otro en una condición disminuída? No se está exhibiendo de nuevo al anormal, al monstruo, como un ser que en el fondo no tiene capacidades para afrontar su propia realidad y necesita de un sistema que lo organice? No se defiende el estado de las cosas si no se modifica? Pienso en un tercer acto. Qué pasa si la obra tuviese un tercer acto? Hay algo o alguien que sea capáz de variar el estado de angustaia de sujetos imbuídos mecánicamente en vidas que no eligieron y que están rodeadas de vasos de plumavit?
Me pregunto si estos sujetos serían capaces de sostener su propia democracia. Es el miedo a lo de afuera lo que hace que se violenten adentro, siempre ha sido así, sin embargo en algún punto la obra se pierde la posibilidad de presentar un giro en el órden de los sucesos como se dan. Se plantea un estado de situación en el que no hay catársis, las sombras platónicas de afuera son las que nos han mantenido con miedo, pero en el fondo, dice el ex policía en el rol del bárbaro; los bárbaros estamos dentro de ustedes. Esas sombras éramos nosotros mismos. Pienso la imagen es el fondo que resurge en la superficie, por mas que entremos por los orificios, son otra forma de superficie, otra forma de velo. Develar no es suficiente. Siento molestia ante mi propia barbarie que no se desata. Me inspiran a seguir.

Ficha de la compañía:
Dirección: Andreina Olivari y Pablo Manzi.
Dramaturgia: Pablo Manzi.
Elenco: Carlos Donoso, Gabriel Cañas, Gabriel Urzúa, Franco Toledo, Paulina Giglio.
Diseño Integral: Juan Andrés Rivera y Felipe Olivares.
Música: Camilo Catepillan.
Producción: Katy Cabezas.